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Real Monasterio De Nuestra Señora De Rueda

El Real Monasterio de Nuestra Señora de Rueda es, junto con Veruela y Piedra, una de las principales manifestaciones del Císter en Aragón. Lo es por la monumentalidad de su arquitectura, por la belleza de sus lienzos y por las serenas proporciones de su claustro; pero también -y sobre todo-, por haber logrado conservar las distintas estancias previstas en el canon de los hijos de San Bernardo de Claraval para la vida del capítulo en los que fueron sus momentos aurorales.

En Rueda se rastrea la huella de un dilatado devenir histórico que alcanza momentos de gran esplendor, de los que es testigo fiel la expansión de sus fábricas hasta más allá del siglo XVII, poco antes de que la decadencia, que llegará de la mano de la Ley de Desamortización de Mendizábal, se apodere de sus muros.

Detener esa deplorable inercia de incuria, ruina y abandono fue el principal objetivo del Gobierno de Aragón al abordar el proceso de restauración. Pero no el único. El Departamento de Cultura y Turismo concibió su ambicioso programa sobre la base de una actuación coordinada de las direcciones generales del Patrimonio Cultural y Turismo; una intervención global que, sin por una parte permitía recuperar las distintas piezas del conjunto medieval originario, así como las correspondientes a las sucesivas ampliaciones, por otra, pondría en valor turístico este antiguo foco de espiritualidad y cultura, convirtiéndolo en un auténtico motor de desarrollo comarcal.

No otro fue el espíritu que presidió el acondicionamiento de antiguo Palacio Abacial como sede de un nuevo establecimiento hostelero. Recuperados sus pétreos lienzos, dotado de nuevas funciones turístico-culturales con que afrontar los próximos siglos (que se complementará con el futuro Museo del Ebro), el Monasterio de Rueda es ahora un foco de renovada atracción para los ojos más ávidos de belleza; un alto obligatorio en el camino del tiempo recobrado. De aquel tiempo en que no contaba el tiempo. (Javier Callizo Soneiro)